jueves, 5 de noviembre de 2009

Ser Gay no es un partido.


Antes que nada, aclaro: YO NO SOY PANISTA. Lo digo porque muchos seguramente van a alzar la ceja porque ahora esté criticando a la izquierda, y seguro me tacharán de panista. Y es que muchas veces nos resulta extraño encontrar gays panistas. O republicanos. O de un partido de derecha en cualquier parte del mundo. Y es que, tradicionalmente, la derecha ha sido la super enemiga de cualquier cosa que no siga los dogmas de la iglesia y la moral, y por supuesto ha sido la que ha propuesto quemarnos en leña verde a todos, o cuando menos, recluirnos en alguna isla tipo la de "Lost", claro, sin el bombón de Sawyer.

Además, hay que tomar en cuenta que, siguiendo el estereotipo que nos endilgan los bugas, todos los gays somos "super cultos y educados", nos encanta el arte y somos bastante vanguardistas (si conocen a uno así, ¡preséntenmelo!), y la derecha siempre ha sido, al menos en percepción, enemiga de la cultura. Recordemos el desastre que fue la cultura con Fox, Marthita y su comadre Sari, aunque allí la cosa no era que Fox, Martha y Sari fueran panistas: eran simplemente brutos. Por su parte, al menos en percepción también, la izquierda está mucho más abierta a nuevas corrientes culturales, lucha por la educación, y celebra y protege al arte.

¿Será?

Si bien es cierto que los avances en cuanto a derechos LGBT han venido siempre, o casi siempre, de grupos liberales medio izquierdosos, la verdad es que, viendo las cosas con un poquito más de atención, me resultaría casi igual de extraño e incongruente un gay que se identificara con la izquierda, así sin pensar, nomás porque, aparentemente, ser gay significa, en automático, que tienes que ser de izquierda.

¿Por qué me resultaría extraño? Bueno, porque así como Franco y Pinochet (derechosos a morir) mataban homosexuales (y a quien se les pusiera enfrente), regímenes de izquierda como los de la extinta URSS, y las actuales China, Corea del Norte y Cuba, no son mucho más compasivos, y parece que se están echando unas competencias para ver quién es peor de perro con las "locas" (o con quien se les ponga enfrente).

Y para muestra, un botón: esta semana se condenó a entre dos y tres años de prisión a seis homosexuales cubanos, bajo una ley que se llama "Ley de Peligrosidad Preventiva", la cual le permite al gobierno cubano (como si tuviera que pedir permiso para algo) meterte al tambo por los delitos que "pudieras cometer en el futuro". O sea que los jueces cubanos, además de revolucionarios son videntes mucho mejores que Misada, y saben que, aunque ahora no mates ni una mosca, en un futuro te vas a convertir en el Mochaorejas. ¿No los podrían invitar a analizar a nuestros super políticos? Nos hubiéramos librado de Echeverría, López Portillo, Salinas, Fox, Bejarano y señora, Mario Villanueva, Fernández de Ceballos, Monreal, López Obrador, Fernández Noroña, etc...

Claro, la cosa no es tan fácil. Hay que ver los terroríficos antecedentes de los condenados: dejando aparte el que sean gays (que en realidad es el fondo del asunto), dos fueron considerados peligrosos porque ejercían como costureros "sin permiso del estado". Los otros, por "relacionarse con extranjeros". Hummm... Peligrosísimo eso, ¿no?

En fin. Esa es la Cuba de hoy. Y ese es el régimen que inspira loas y homenajes entre la izquierda mexicana. Pero resulta que, por ser gay, tengo que apoyar a la izquierda, ¿no? Porque soy bien "progre", liberal, culto y revolucionario. ¿En serio?

Yo nada más digo que espero que un día la izquierda mexicana quite los ojos de borrego embelesado con las izquierdas totalitarias de Cuba y Venezuela, y los voltee hacia las izquierdas progresistas de Brasil y Chile (por poner dos ejemplos), los dos países con la economía más sana de toda América Latina (ya hay propuestas internacionales para "sacarlos" del Tercer Mundo). Entonces podré sentirme identificado con la izquierda. Y no por ser gay, sino por ser mexicano.

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