viernes, 14 de agosto de 2009

Homofobia Interna: ¡qué difícil es ser yo!

Pues sí, cuando el tema es homofobia normalmente pensamos en heterosexuales ignorantes, fanáticos retrógradas, beatas de iglesia, católicos recalcitrantes o especímenes de esa calaña, pero casi nunca nos miramos en el espejo y reflexionamos acerca de nuestra propia homofobia, ya sea dirigida a nuestra persona o a otros gays. Oh, sí. Y a veces es mucho peor que la del peor "mata-putos".

Los que saben la llaman
Homofobia Interna o Internalizada y básicamente la definen como "la forma de autocastigarnos por permitirnos vivir y pensar como los demás dicen que no debemos".

Se origina en todos los prejuicios, reglas, tabúes, ordenamientos, preconcepciones e ideas sociales y familiares acerca de la homosexualidad que oímos, absorbemos, procesamos e incorporamos desde que estamos chiquitos. Y es que ¿quién no escuchó mil veces en su casa un chiste de jotos "que me acaban de contar y está buenísimo"? ¿O quién no oyó a sus papás hablar mal, con desprecio o conmiseración del "jotito de la casa de al lado"? ¿A cuántos no nos preguntaron: "¿Cómo te puede gustar ese maricón", cuando escuchábamos o veíamos a Juan Gabriel, Miguel Bosé o alguno de ellos?

Dicen que "una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad", y eso es lo que nos pasa con todo este sistema de ideas que sustentan la homofobia: a fuerza de escucharlas, repetidas por aquellos a quienes admiramos y de quienes aprendemos (padres, hermanos, maestros), pues acabamos por adoptarlas y creerlas... con el pequeño detalle de que todo ese cúmulo de agresiones en el que incluso llegamos a participar, de repente un día deja de estar dirigido solamente al "jotito de la casa de al lado" y comienza a agredirnos a nosotros mismos, cuando descubrimos que de Justin Timberlake nos gusta algo más que su música.

La que sucede entonces es el proceso de nuestra propia aceptación (un tema del que luego hablaremos más ampliamente). Y claro, después de eso, todos juramos que estamos "super aceptados", porque somos muy modernos, bien cosmo, muy viajados y casi, casi de Primer Mundo. Pero en el fondo seguimos frustrados, sintiéndonos como con un "defectito" que hay que compensar siendo super exitosos, super perros o lindos, lindos, lindos al límite de la estupidez. Todo esto tiene su origen en la desvalorización que tenemos de nosotros mismos... por ser gays. En el fondo, valemos menos que nuestro hermano, primo, amigo, compañero o jefe buga, ¿no? Y, aunque lo neguemos bajo tortura china, en el fondo nos encantaría ser bugas para que no nos tengan que "aceptar", "tolerar" o cualquira de esas palabritas que implican el "no me queda de otra"...

Por eso seguimos sintiéndonos super bien cuando nos dicen que "(casi) no se nos nota". Por supuesto respetamos muchísimo a las "loquitas" y a quienes son muy amanerados, pero la neta que no "me gusta juntarme con ellos". ¿No les suena familiar? ¿Algo así como cuando un buga dice "yo respeto a todo el mundo, pero no me junto contigo"?

Alguna vez me tocó uno que decía que "él no besaba, porque eso no es de hombres (????)", pero me lo encontré en un bar gay y no tenía nigún problema con meterse a la cama con otro wey. O el típico que "sólo es activo" porque él es "bien macho"... ¿Y qué tal los que salen con "a mí no me gustan los bares gays, prefiero los que son mix?

¿Y qué tal esos a los que les choca el activismo, porque no entienden aquello del "orgullo gay"? "¿Cómo se puede estar orgulloso de ser gay?", preguntan, sin entender que de lo que se trata es de estar orgulloso de quien eres, no de lo que eres.

El argumento de siempre: los bugas no van por la calle diciendo "Hola, soy heterosexual" lo usan aquellos (cada vez menos, afortunadamente) que se ponen muy malitos cuando se habla de la salida del clóset. Es cierto, los bugas no dicen eso, pero sí te hablan de su novia/esposa, tienen la foto en el escritorio y se le quedan viendo a la secre, comentando lo buenas que tiene las pompas. De igual manera, nadie habla de "Hola, soy gay", pero ¿por qué no ser igual que los bugas y poner la foto del novio en la oficina, presumir al chavo que acabas de conocer o comentar lo bueno que está el proveedor que se acaba de ir? Ahí no, ¿verdad? Ahí sí, "de eso no se habla ".

Lo curioso del asunto es que, muchas veces, los mismos gays somos más mala onda con nosotros que los heterosexuales, los cuales no tienen mucho problema con nosotros. Y todo porque inconscentemente le echamos la culpa de nuestras desgracias a esa orientación sexual que nomás no acabamos de aceptar y que, muchas veces, no tiene absolutamente nada que ver con que no nos aumenten el sueldo, no encontremos pareja o tengamos broncas con la familia. Quizás la cuestión es comenzar a valorarnos más, y a desechar esas ideas que refuerzan la mala imagen que tenemos de nosotros mismos. ¿Será?

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